16 mayo 2008

La fábula de la isla: Lo que falla en las relaciones internacionales actuales

Hay una isla donde viven un par de cientos de personas. Algunas de estas personas son muy jóvenes y están llenas de energía. Otras son mayores y más prudentes. Las hay de todas las razas, de todas las religiones. Algunas son muy ricas y otras viven en la miseria absoluta. Algunas creen en la libertad del individuo y otras en la fuerza del grupo.

Como es normal, tantas diferencias hacen que rara vez se entiendan.

Las peleas entre los isleños han sido constantes desde que llegaron a este lugar. A veces pelean por las riquezas. A veces pelean porque sus ideologías no se aceptan mutuamente. Y las luchas han estado a punto de matar a todas estas personas.

En cualquier otro lugar, los habitantes se habrían organizado. De un modo u otro, habrían creado un Estado. Un pais, con un gobierno unificado, con unas leyes obligatorias para todos, con penas en caso de no cumplirlas, y con una lista universal de derechos y obligaciones.

Pero los isleños son muy egoístas. Un habitante de la isla solo aceptará un gobierno unificado si está dirigido por él y nada más que por él.

Así que en la isla no ha surgido ningún Estado. Los isleños viven como si cada uno de ellos fuera el único habitante del mundo.

En el mejor de los casos, han logrado crear pequeñas alianzas para luchar contra otros isleños. Pero esas alianzas no llegan a Estado; si acaso, son una tribu. Un tribu que, muchas veces, se ha deshecho tan rápido como se ha formado.

Porque es difícil que los isleños estén siempre de acuerdo en todas las cosas.

De modo que en la isla las decisiones son adoptadas por la ley del más fuerte.

Si alguien quiere hacer algo y cree que nadie podrá impedirlo, lo hace. Ni siquiera necesita hablar con los otros isleños.

Esto es la causa de todos los problemas que asolan la isla.

Es por eso que las riquezas están pésimamente repartidas: Los fuertes han acaparado los mejores recursos, mientras que los débiles se mueren de hambre.

Es por eso que los débiles odian a los ricos: Porque ven que éstos no siguen ninguna ley, sino que hacen lo que les conviene en cada momento.

En la isla no hay Constitución. Nadie obedece a ninguna ley superior. Todos los isleños se creen reyes, y eso hace que se comporten como tiranos.

¿Cómo podría arreglarse esto? ¿Cómo podría traerse algo de paz a este lugar tan anárquico?

Por ejemplo, haciendo que deje de ser anárquico.

En otros lugares, las cosas son diferentes. También hay desigualdades e injusticias. Pero al menos tienen unas leyes públicas, conocidas por todos y obligatorias para todos. Y se persigue a quien no las obedece. Nadie puede hacer las cosas por su cuenta.

Si los isleños aceptaran esta forma de actuar, las cosas mejorarían.

Pero ya hemos dicho que los isleños son muy egoístas.

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Vuelta a la vida

Durante un tiempo ha parecido que el "in memoriam" era por este weblog. Reconozco que he estado muy ausente, para variar.

Pero de nuevo he vuelto. Una vez más, gracias a quienes habéis tenido la paciencia de ir visitando esta página a ver si la había actualizado de una vez.

¡Va por ustedes!

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